La inmunidad contribuye a mantener la integridad del organismo. El sistema inmunitario reúne todos los mecanismos de protección (tejidos, células, moléculas) que sirven para proteger al organismo contra los agentes patógenos (microorganismos, toxinas, tumores, etc.), con dos sistemas de defensa que se oponen a los microorganismos: la inmunidad innata, inmediata, inespecífica y común a todos los animales, y la inmunidad adquirida (adaptativa), retardada y muy específica del agente patógeno, que sólo se encuentra en los vertebrados.
En infectología, el ser humano se enfrenta a diario con un gran número de microorganismos, tradicionalmente divididos en 4 grandes grupos: bacterias, hongos, virus y parásitos. Estos microorganismos pueden mantener una relación simbiótica con el huésped o ser patógenos. El equilibrio de todos estos sistemas puede verse alterado, dando lugar a disfunciones en el organismo. Estas disfunciones pueden ser simples, aisladas, ocasionales o repetitivas, y afectar en mayor o menor grado al bienestar y la calidad de vida del individuo: los trastornos se consideran funcionales, pero también pueden agravarse, sobre todo con la edad, y contribuir al desarrollo de problemas de salud más duraderos: entramos en el campo de la patología.
El sistema inmunitario es uno de los principales sistemas de adaptación del organismo en relación con su entorno interno y externo. También en este caso, el cortisol desempeña un importante papel regulador, favoreciendo la inmunidad cuando está en dosis fisiológica, perturbándola si está desregulado y en cantidad insuficiente (riesgo de inflamación crónica, enfermedad autoinmune, alergia) o excesiva (infecciones repetidas).
Gracias al sistema inmunitario, el organismo se defiende de los ataques de gérmenes, bacterias y virus. Las defensas inmunitarias son especialmente vulnerables cuando se acerca el invierno, sobre todo a causa del frío. Cuando se debilitan, pueden aparecer ciertos síntomas, como :
Un sistema inmunitario eficaz es la clave de una buena salud, por eso es tan importante reforzarlo. Las plantas siempre están ahí para dar un empujón a nuestro organismo.
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El sistema inmunitario es un sistema de defensa extraordinariamente sofisticado, diseñado para proteger al huésped contra los agentes patógenos invasores y para eliminarlos. Sin embargo, a veces este sistema puede fallar. Entonces se convierte en deletéreo para el organismo al atacar ciertos órganos como si fueran cuerpos extraños, causando enfermedades autoinmunes, o al actuar en exceso ante cuerpos extraños no patógenos, provocando reacciones de hipersensibilidad, y el tercer tipo de fallo es el déficit que pueden inducir los mecanismos de escape utilizados por los patógenos.
Desde hace miles de años, la humanidad utiliza diversas plantas que encuentra en su entorno para tratar y curar todo tipo de enfermedades. Estas plantas representan un inmenso reservorio de compuestos potenciales atribuidos a metabolitos secundarios, que tienen la ventaja de una gran diversidad de estructuras químicas y poseen una gama muy amplia de actividades biológicas.
La fitoterapia se basa en el uso de plantas medicinales con fines terapéuticos. En la medicina convencional, los fabricantes de productos farmacéuticos extraen el principio activo de las plantas para elaborar medicamentos. La lógica del tratamiento también es diferente entre la medicina convencional y la fitoterapia. La medicina moderna es sustitutiva, es decir, los medicamentos convencionales regulan las funciones del organismo y lo liberan de la necesidad de curarse a sí mismo. En la fitoterapia, las plantas también se utilizan como medicamentos para regular las funciones del organismo. Los naturópatas creen que la enfermedad no se produce porque sí. Es la consecuencia de un desequilibrio interno del organismo, que debe adaptarse constantemente a su entorno. La fitoterapia se centra en el análisis de los sistemas constitutivos del organismo: el neuroendocrino, el hormonal, el de drenaje y el inmunitario.
La experiencia de los médicos, combinada con la de los pacientes, suele ser la guía más segura de los efectos terapéuticos de las plantas. Evidentemente, existen varios miles de plantas de este tipo en el mundo, con amplios campos de acción y potencias variables. Tienen efectos específicos sobre determinados órganos del cuerpo y pueden utilizarse para tratar diversas afecciones: la digestión, la respiración y la circulación, la evacuación de toxinas y el alivio de la piel, los sistemas nervioso, endocrino e inmunitario. Las plantas actúan más eficazmente en unas partes del cuerpo humano que en otras.
Los antisépticos, como la Melaleuca (Melaleuca alternifolia), desinfectan la piel. Los emolientes, o suavizantes, como la Caléndula de jardín (Calendula officinalis) calman el picor.
Los antisépticos y antibióticos, como el ajo (Allium sativum), mejoran la capacidad de resistencia de los pulmones. Los expectorantes como el elecampane (Inula helenium) estimulan la evacuación de la mucosidad.
Las virtudes terapéuticas de las plantas se deben a la presencia de ciertos componentes bioactivos con numerosas propiedades terapéuticas, entre ellas antiinflamatorias, antihistamínicas, antitumorales, analgésicas e inmunomoduladoras. Entre estos principios bioactivos, los polisacáridos tienen propiedades inmunomoduladoras. Varios polisacáridos vegetales tienen la capacidad particular de estimular las defensas del huésped favoreciendo la maduración, la diferenciación y la proliferación de las células inmunitarias.
Nuestra salud general está estrechamente ligada al buen funcionamiento de nuestro sistema inmunitario.
El otoño y el invierno son estaciones en las que la circulación de virus es elevada. Para reforzar las defensas inmunitarias y evitar caer enfermo, conviene recurrir a soluciones naturales.
Resfriados, tos, gripe... Para superar las enfermedades del otoño y el invierno y evitar la nariz roja, los ojos llorosos o el dolor de garganta, hay que saber protegerse y cuidarse.
Cualquier persona que muestre signos de debilidad inmunitaria, como resfriados recurrentes, o que desee defenderse mejor de las dolencias comunes, debe ante todo fijarse en su estilo de vida.
El tabaquismo, la falta de sueño o de actividad física, los niveles de estrés, la calidad de las relaciones sociales y nuestro entorno vital (contaminación ambiental) son factores que debilitan nuestro sistema inmunitario y lo hacen menos eficaz.
A menudo pensamos en nuestro sistema inmunitario cuando nos falla. Pero es antes cuando necesitamos apoyarlo. Así, cuando lleguen el frío y las epidemias, nuestras defensas estarán al máximo para combatir gripes, resfriados y molestias estomacales.
Los remedios naturales pueden ayudar a reforzar el sistema inmunitario, sea cual sea la época del año.
En otoño e invierno, las plantas son útiles para preparar el "terreno" inmunitario.
En periodos de alta circulación viral o de fatiga, la fitoterapia puede dar un empujón a nuestro sistema inmunitario. Una ventaja para protegerse de las infecciones estacionales. Las plantas tienen beneficios insospechados.
Soin-et-Nature propone una amplia gama de complementos alimenticios para reforzar las defensas naturales y el sistema inmunitario. Estas son las principales categorías disponibles:
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