¿Su piel está reconocida como normal? ¡Qué suerte tienes! Eres uno de los afortunados que viven el sueño absoluto de todas aquellas personas que no tienen tu tipo de piel.
Pero que la naturaleza te haya mimado no significa que no tengas que cuidar tu piel: una piel normal descuidada puede convertirse rápidamente en una piel seca y grasa si se limpia con los productos de cuidado equivocados.
Suave y lisa, ni grasa ni seca, la piel normal es la piel perfecta con la que todo el mundo sueña. Se reconoce fácilmente por su textura fina, lisa y uniforme, sin poros dilatados, y por la ausencia de imperfecciones en su superficie. Al tacto, su textura aterciopelada da pleno sentido a la expresión "piel de melocotón". Pero su singularidad reside también en el hecho de que soporta bastante bien las distintas agresiones a las que se enfrenta: allí donde otros tipos de piel empiezan a dar tirones (frío, viento, exposición prolongada al sol) o a brillar (calor, humedad, transpiración), la piel normal sigue siendo la misma: ¡Perfecta!
La piel normal es más resistente que otros tipos de piel a diversas agresiones, pero eso no significa que esté completamente a salvo de los enemigos, y esto es cada vez menos así a medida que pasan los años. Con la edad, la piel se regenera con menos rapidez y pierde su nivel de hidratación. Es menos capaz de defenderse del frío, de la sequedad, de los rayos ultravioletas del sol y de los roces repetitivos provocados por la ropa, que atacan su película hidrolipídica protectora. El resultado: la piel se reseca y envejece prematuramente, ya que es precisamente la falta de hidratación lo que provoca la aparición de líneas de expresión y arrugas.
No existe una fórmula mágica para cuidar la piel normal: seguir una dieta equilibrada, dormir lo suficiente y saber controlar el estrés son formas de preservar la belleza y la flexibilidad de la piel, desde dentro hacia fuera. Pero más allá de este estilo de vida saludable recomendado para todos los tipos de piel, su epidermis también necesita mimos. Nada demasiado restrictivo: una exfoliación semanal para eliminar las células muertas (más de una exfoliación a la semana puede resecar la piel), un chorrito de leche hidratante después de la ducha (sustituida por una crema hidratante más nutritiva en invierno, o un aceite vegetal si lo prefiere) y ya está.
Una de las muchas ventajas de la piel normal es que puedes elegir entre varios limpiadores. Aceite de ducha, jabón supergraso, jabón sin jabón... las posibilidades son infinitas. El jabón sin jabón es un detergente sintético (a base de derivados del petróleo, los famosos tensioactivos) con un pH cercano al de la piel, por lo que está especialmente recomendado para pieles frágiles, secas o incluso atópicas, aunque esto no significa que no puedas utilizarlo.
Al igual que el jabón sin jabón, el jabón supergraso está especialmente recomendado para pieles secas o frágiles, pero también es perfecto para pieles normales. Eso sí, ten cuidado de utilizarlo sólo en el cuerpo y no en la cara, que podría engrasarse fácilmente.
El jabón tradicional es un jabón natural que tiende a resecar la piel ya frágil y seca debido a su pH básico de alrededor de 10. Con una piel normal, puedes utilizar el jabón tradicional sin riesgo de que tu piel se reseque, siempre que la hidrates cuidadosamente al salir de la ducha.
Aceite de ducha: El aceite de ducha es una experiencia sensorial en sí misma. Su original textura suave y envolvente hidrata todo tipo de pieles y se transforma en espuma cuando se aplica en la ducha. Refuerza la película hidrolipídica natural de la piel, por lo que es ideal para todo tipo de pieles, especialmente las secas y normales.
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